Esta
arquitectura romana experimenta una serie de invasiones y transformaciones
técnicas que en buena medida marcarán su inmediato devenir, durante el reinado
del emperador Nerón. Y es una curiosa paradoja, pero será precisamente el
incendio de Roma del año 64 (del que algunos acusaron al propio emperador) que
devastó el centro de la ciudad y acabó con barrios enteros, pero también con
templos, palacios y viviendas, el factor que propició todo un plan de
renovación arquitectónica que permitió dichas novedades. En especial la
construcción de edificios mucho más audaces y la generalización de bóvedas y
cúpulas, construidas con revestimientos de hormigón.
De las obras
levantadas en este periodo pocas sobrevivieron al propio emperador porque el
odio que llegó a generar al final de su reinado y que le arrastró al suicidio,
obligó a sus sucesores a distanciarse de su persona y su recuerdo,
estableciendo el llamado damnatio memoriae por el que fueron borrados todos los
vestigios de su paso por el poder.
Entre ellos se
hallaba su obra más descomunal, su inmenso palacio conocido como Domus Aúrea
por la proliferación de dorados y decoraciones que cubrían la mayoría de las
habitaciones. A pesar de sus enormes dimensiones el Domus Aurea quedó enterrado
bajo las Termas de Trajano, aunque fue precisamente por ello por lo que se
conservó en unas condiciones bastantes aceptables.
El palacio se
benefició directamente del mencionado incendio del 64 porque su amplitud que
sobrepasaba las 50 Ha (un espacio en el que cabría perfectamente una ciudad de
la época como Cesaraugusta), se aprovecha de la desaparición de barriadas
enteras que antes ocupaban buena parte de ese entorno. Se extendería desde el
Palatino al Esquilino, un área en la que no sólo se construye el complejo
palacial, sino un amplio entorno ajardinado, con bosques, parques, prados, con
su rosario de fuentes, pabellones, glorietas y quioscos diseminados, y un
enorme lago artificial, sobre el cual, cuando se desecara años después se
construiría el Coliseo.
Nerón había ideado
por tanto un paraíso para circundar su palacio, es decir un jardín al modo de
los construidos en los palacios persas, en medio del cual su poder parecía
traspasar la condición humana. Y para confirmarlo, a la entrada del mismo
colocó una estatua de él mismo representado como un dios solar, que superaba
los 35 m. de alto, razón por la cual fue conocido popularmente como el
Colossus, nombre del que derivaría precisamente el del Anfiteatro Flavio
(Coliseo) al levantarse junto al lugar donde se había erigido la escultura.
El palacio
propiamente dicho constaba de una fachada principal a modo de pórtico de 260 m.
de ancho y un perímetro igualmente porticado por triple columnata que se
prolongaba casi kilómetro y medio cada lado. Al interior se prodigaban estancias
de todo tipo: vestíbulos, habitaciones, bibliotecas, piscinas, termas, etc,
todas ellas decoradas con revestimientos variados de nácar y piedras preciosas,
pero sobre todo motivos dorados que como hemos dicho le dieron nombre al
palacio, y con los que Nerón se identificaba al relacionarlos con el simbolismo
solar del que él asume su divinidad. También había pinturas de una excelente
calidad, que se han conservado muy bien afortunadamente, entre las que destacan
los frescos del comedor principal realizados por Fabullus y Plinio.
Pero sin duda la
parte más espectacular del Domus Aurea era una sala octogonal utilizada al
parecer como coenatio, y cuya mayor aportación técnica es la construcción de
una cúpula de 14 m. de diámetro revestida de hormigón. En realidad es una
cúpula esférica sobre una base octogonal, cuyos apoyos son pilares muy
espaciados y dinteles de ladrillo que evitarían cualquier tipo de contrafuerte
exterior. Con ello y con la apertura de un enorme óculo en su clave se ponen
las bases de un modelo constructivo que generaliza el uso de la cúpula, que
será frecuente a partir de entonces, y cuya culminación se encuentra en el
Panteón de Agripa.
Una serie de
ingenios y artilugios conseguía curiosos efectos de gran impacto escenográfico:
así de los techos llovían sobre los invitados pétalos de flores y perfumes;
además de la cúpula colgaban adornos giratorios cuyos mecanismos los hacían
girar ininterrumpidamente, lo que daba la sensación comentada por Suetonio de
que la sala giraba como el Universo, efectismo con el que el propio Nerón se
sentiría allí en medio como un verdadero cosmocrator.
Por lo demás la
habitación se hallaba rodeada de un pasillo a modo de deambulatorio al que
abrían una serie de habitaciones comunicadas entre sí, más dos alcobas
laterales, dos triclinia y al fondo una escalera sobre la que el agua caía en
forma de cascada. Un complejo ambicioso, en el que la solución espacial de
tantos habitáculos no siempre se resolvió con la suficiente fortuna. Tal vez
porque como ocurre en el resto del palacio la megalomanía que caracterizaba al
emperador contagió excesivamente la construcción del palacio, que en muchas
partes sobrepasa la excentricidad para rayar en el desatino.
La Domus Aúrea
se descubrió durante el Renacimiento y fue allí precisamente de donde se
rescató el famoso Laocoonte. Desde entonces se conocía el lugar como las Grutas
de Esquilino, y ciertamente ejerciceron un influjo notable sobre el arte del
Renacimiento, si bien el proceso de recuperación, excavación y estudio de la
Dosmus Aúrea es reciente.
Su aportación al
desarrollo de la arquitectura romana será indudable, porque por más que el
palacio caiga a veces en lo estrambótico, es incuestionable que la construcción
de la cúpula en la coenatio, su sistema de soportes y su revestimiento de
hormigón, la planimetría de la construcción en la que se impone el sistema
simétrico que definirá la arquitectura posterior, la imbricación del entorno
ajardinado en una construcción palaciega, su indudable riqueza ornamental y la
monumentalidad constructiva, que también se convertirá en una seña de
identidad, son aportaciones a tener en cuenta, por más que en su conjunto el
Palacio pueda reproducir en demasía los delirios de grandeza de su mentor. La
construcción de la Domus Aurea (Casa Dorada) ha sido considerada como la
empresa más extravagante de toda la historia de Roma.
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